La lluvia también hizo lo suyo, ese sábado, en “este último ritual”. Fue justa su presencia, acorde a esa sensación referida anteriormente. Para algunos fue una molestia, futura causa de gripe, origen del barro que se formó en el camino hacia el campo y que ensució sin piedad las zapatillas. Para otros, simplemente, fue lo de siempre: agua que cayó del cielo. Y para aquellos piojosos románticos, que los hay, esta lluvia, mansa, incesante, compañera fue un llanto solidario del cielo, que lloró junto a ellos, en esa noche tan triste, en “este último ritual”.
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